sábado, 18 de abril de 2015

Compulsión a la repetición.

Los espejos y la paternidad son abominables (mirrors and fatherhood are hateful) porque lo multiplican y lo divulgan.
-JL Borges
Me miro en el espejo pernoctado por el paralelismo de los movimientos y danzo, sincronizado, con alguien que es igual a mi. Enamorado de mi reflejo, que, sin ser yo, es yo.
Miro una foto donde salgo con mi padre, lo único que conservo de él. Y el espejo llora. Y yo no. Quito la foto, la doy vuelta. Busco en el baño gel y peino todo mi cabello hacia atrás. Busco una camisa. Miro la foto y en la foto veo a mi padre peinado como yo. Con camisa como yo. Rompo la foto y me despeino, feroz. 
El espejo me mira, yo le devuelvo la mirada y rompemos en risas. Rendido ante las dos cosas más abominables: la paternidad y los espejos. 
Salgo a andar. (Todo viaje verdadero es intensivo, es cuestión de intensidad).
Al doblar a la esquina veo a mi madre. Me nace un odio inexplicable. Rabia de no sé qué. Ella no me ve. Yo sigo como si tampoco. ‘’Como si’’, otra abominación: la representación. 
Por qué ese odio tan repentino, tan de la nada. Tardo media cuadra en volver a amigarme con el concepto que tengo de madre. Pero no necesito una madre. Yo quiero un padre. 
Acelero el paso y empiezo a correr. Por qué me pregunto pero increíblemente el cuerpo no me deja parar. 
Ya es de noche y me he perdido. 
Y en eso me veo. Lo veo. 
Cuando me despierto estoy en una cama de dos plazas, una mujer a mi lado duerme desparramada por la cama. Me levanto, asustado, salgo de la habitación, desde la puerta miro la  de al lado. Veo una mamadera arriba de una mesa y una foto en un portar-retratos chillón. Una cuna. Me acerco al lado del bebé con el que veo un parecido abismal.
La foto le resulta familiar.
Es él peinado con gel sosteniendo un niño. 
Camisa a cuadros. 
Suelta la foto. Y sale de la casa.
Comienza a correr.