Cuando el día se prestaba para llorar, salía a la escalera
del patio delantero a ver pasar los autos, al lado de la gata, que se subía a
sus piernas tiernamente y ronroneaba; y pensaba, y divagaba, y soñaba, y se
reía internamente de su pésima condición de ser humano, de su pequeña
parcialidad, levedad, brevedad. Y si acaso sonara el teléfono, seguramente
llamaría el contestador ‘’Señor cliente, le recordamos…’’ cortaba, con
decepción, de sí mismo tal vez, por haber esperado que quien lo llamare hubiese
sido alguien de verdad. Pero internamente sabía triunfaba porque siempre
sucedía lo que internamente pensaba que iba a suceder, e internamente no
esperaba nada, no esperaba que le llamara otra voz que la de un contestador
automático. Y vamos. En medio de cigarrillos que provocan tos y náuseas,
adornos que se caen solos dentro de la casa, empatía hacia las cosas que no
podían provocar nada más que eso. Y la triste hostilidad a todo lo demás. El
recuerdo de las cosas buenas, la paz con las cosas que pudieron ser. Y vamos.
Un CD post punk sonando bien fuerte, esos eran los que le tocaban el pecho, y
se lo habrían. El placer tan desgarrador del dolor. Y vamos. ‘’Anfibia soledad,
la de estar despiertos’’ algo que no sabía si era propio o lo había anotado en
un cuaderno al azar, como se anotan las citas de quienes no sabemos nada, pero
nos escriben. Y vamos. El emparentamiento con todos aquellos que murieron, pero
viven sus libros. El divorcio con todo lo propio: la familia, los amigos. Y
vamos. Las series que no complacen, las películas que todavía no vio, las cosas
que no escribió y las que nunca va a leer. Porque la vida es corta y las
bibliotecas muy grandes. Y vamos. La gramática y demás pragmatismos que uno no
sabe para qué pueden llegar a servir cuando el alma se te desangra adentro,
y las palabras y las cosas se van
dañando con el tiempo, y el silencio se llena de más huecos, y las letras se
van alternando para llenarlos, porque es lo que hacen las letras, o intenta que
hagan, llenar el adentro, pero por qué, se preguntaba empecinado. Y vamos.